Pocos casos han atraído más la atención de prensa y opinión pública como el de La Manada. Cinco hombres, entre los que se encontraban un guardia civil y un militar, abusaron sexualmente en grupo de una joven mientras se aprovechaban de su indefensión.
Como agravante, los condenados grabaron con las cámaras de sus móviles las vejaciones y se jactaron de los hechos en el chat que compartían.
A la indignación por los hechos en sí mismos, se añadió después del juicio que la sentencia los condenasen solo por abusos sexuales y que, tras el juicio, todos ellos se encuentran en libertad provisional a la espera de una pronunciación firme por parte del Tribunal Supremo.
El director teatral Miguel del Arco y el dramaturgo Jordi Casanovas se han servido de la historia y del material extraído de las transcripciones del juicio para construir un docudrama sobre los hechos y contarlos sobre las tablas.
El caso de “La Manada” se lleva al teatro con todo detalle
Según palabras de Miguel del Arco, al estrenar la obra quiere “denunciar la cultura de la violación” que existe en España.
Para construir el librero, Jordi Casanovas ha ido a las fuentes del juicio y puesto en la boca de los actores y de la actriz las mismas palabras que fueron pronunciadas durante el proceso, y los mensajes que, a través de mensajería instantánea, enviaron los miembros de La Manada.
“No pedía auxilio porque no pensé que iba a suceder lo que luego sucedió”.
“Empecé a tener más miedo cuando me agarraron así de la mandíbula para acercarme y que le hiciera una felación”.
“No reaccioné. Quería que todo acabara y luego irme. Me daba igual lo que pasara”.
Según ha explicado Miguel del Arco, los ensayos están siendo duros para el plantel de actores. El director ha tenido que reñir a los miembros masculinos del reparto porque empatizaban con la víctima, porque para meterse en el papel no deben ir con ella. Aún así, algunos de los actores no han podido evitar las lágrimas.
María Hervás, la actriz que encarna el papel de la víctima, tras cada ensayo acaba extenuada de una forma física y emocional.
Miguel del Arco, director del proyecto
La historia de la violación por parte de La Manada se estrenó el pasado 25 de enero en El Pavón Teatro Kamikaze de Avilés. Dando título al drama se ha escogido el de La Jauría.
El objetivo que persigue el director madrileño Miguel del Arco con su montaje teatral es, según sus palabras, “crear debate, exponer unos hechos y que el público saque sus conclusiones”.
Del Arco confiesa que, con su obra, no trata de hacer un juicio al juicio. “No hay voluntad de justicia, si no de exponer unos hechos controvertidos y poder plantear debates en torno al feminismo y la justicia”.
Formado en la Real Escuela Superior de Arte Dramático, Miguel del Arco nació en 1965 en Madrid.
Inició su carrera trabajando en el cine en títulos como Morirás en Chafarinas, Boca a Boca o Bwana. También intervino en algunas series como Manos a la obra, Hospital Central o El comisario.
En 2002 fundó la productora teatral Kamikaze. Como director teatral ha estrenado adaptaciones de obras de Gorki, Shakespeare, Gogot o John Steinbeck, entre otros muchos trabajos.
Cuál es el objetivo de este espectáculo
Del Arco pretende bucear con su obra en la psicología y el comportamiento que subyace detrás de los hechos. Explicar por qué unos chicos con tanta simpatía, vacilones, fueran capaces de abusar en grupo de una chica vulnerable y no sentir el menor sedimento de culpa.
¿Por qué piensan los agresores que solo tuvieron sexo con una chica y que no cometieron ningún delito?
Del Arco espera que en los institutos de todo el país se pueda ver La Jauría. Para ello ha encargado una guía pedagógica para que los estudiantes comiencen a cambiar su perspectiva con respecto a las mujeres desde que son niños.
Los intérpretes y sus personajes
La dramatización del caso de La Manada estrenada como La Jauría, está encabezada en su reparto por María Hervás en el papel de la víctima y los actores Fran Cantos, Ignacio Mateos, Raúl Prieto, José Manuel Poga y Martiño Rivas interpretando a los acosadores que la madrugada de 7 de julio de 2016 durante las fiestas de San Fermín abusaron de una chica de 18 años sola y vulnerable.
Del Arco afirma a cuantos quieren oírle que no pretende hacer un juicio paralelo a los cinco acusados, a los que, en el fondo, considera víctimas de una sociedad que les ha empapado de machismo.
Pretende mostrar las cartas sobre la mesa y que sean los hechos los que acusen o absuelvan. Del Arco y su compañía desean exponer los hechos tal y como sucedieron, y para ello el texto dramático está construido a partir de las declaraciones efectuadas tanto por la víctima como por los acusados durante el proceso judicial.
El caso de “La Manada” en la vida real
La madrugada del 7 de julio de 2016, mientras celebraban las fiestas de San Fermín, un grupo de cinco hombres condujeron al interior de un portal a una joven de dieciocho años y abusaron de ella en grupo. El delito fue grabado por la cámara de dos de los teléfonos móviles y fue una de las pruebas por lo que fueron condenados por abusos sexuales continuados.
Sobre las 2:50 de la madrugada del día de los hechos, los cinco procesados se encontraban en la Plaza del Castillo de Pamplona. La denunciante se acercó a uno de ellos que estaba sentado en un banco. Charlaron brevemente y, al rato, se unió el resto de los hombres.
Sobre las tres de la madrugada, los cinco hombres y la mujer abandonaron la Plaza y se fueron caminando hacia la calle Espoz y Mina. Rechazados en un hotel en el que quisieron alquilar una habitación por horas, siguieron andando por las calles de Pamplona. Uno de los hombres comenzó a hacer tocamientos a la víctima. Esta, incómoda, quiso cambiar la ruta y dirigirse por la calle Paulino Caballero.
En uno de los edificios de esta calle, José Ángel Prenda se fijó que una vecina accedía al portal del inmueble identificado con el número 5. Logró entrar en el edificio, para luego dar acceso al resto del grupo al portal.
Allí tuvieron lugar los abusos sexuales y las grabaciones que hicieron dos de los componentes del grupo por los que fueron condenados -en sentencia aún no definitiva- a penas de reclusión.
Fueron condenados a nueve años de prisión, pero, al no ser sentencia firme, se decretó para ellos libertad provisional bajo fianza de 6.000 euros, la obligación de comparecer tres días a la semana en el juzgado de su localidad de residencia, además de retirárseles el pasaporte y de salir del territorio español y de tener prohibida la entrada en la Comunidad de Madrid, donde vive la víctima.