En 1981, el realizador Paul Schafer dirigió una de sus películas más recordadas por el gran público, aunque no tanto por la crítica. Reconocido por sus anteriores filmes como uno de los directores más importantes de Estados Unidos, decidió lanzar un thriller erótico en el que centraba la historia en un gigoló. Una trama que hasta entonces nadie se había atrevido a utilizar en Hollywood, donde hablar de prostitución era un gran tabú aun en esos tiempos, más si era masculina. ¿Existían los trabajadores sexuales? Con su película, Schafer no pretendía mostrar en realidad cómo era la vida de un acompañante masculino, sino más bien utilizaba esa premisa de excusa para un típico thriller de venganza. La película era American Gigolo, y su protagonista, un joven Richard Gere, se convertiría automáticamente en uno de los más grandes galanes de la industria. Años más tarde estaría al otro lado del negocio, contratando los servicios de Julia Roberts en la mítica Pretty Woman. Aunque el filme consiguió lanzar la carrera de Gere y supuso un gran éxito en taquilla, la crítica lo rebajó, considerándolo una película menor.
Sin embargo, todavía hoy sigue siendo una de las grandes referencias a nivel de cultura popular cuando se habla de la prostitución masculina. Y es que este trabajo es tan oscuro y marginado que pocas veces habremos podido encontrar información real sobre lo que hacen estos gigolós. En muchos países, de hecho, la prostitución está prohibida, y estos profesionales deben buscar una tapadera para llevar a cabo su trabajo. Por eso no quieren exponerse demasiado y prefieren tener solo un pequeño y selecto grupo de clientas, capaces de pagar sus altas tarifas. Porque un acompañante masculino puede llegar a cobrar mucho dinero si sabe cómo manejar su negocio y encuentra a clientas adineradas. De hecho, es habitual que estos chicos solo estén con dos o tres mujeres, ya que ellas pueden satisfacerles todos sus caprichos económicos. Las clientas, además, suelen ser muy celosas, así que quieren a los chicos solo para ellas. En este artículo vamos a profundizar un poco más en este negocio y a entender mucho mejor lo que significa emplearse como gigoló.
Hombres que ofrecen servicios sexuales
Cuando se habla de prostitución, en la mayoría de ocasiones centramos nuestra atención únicamente en las mujeres. Si bien es cierto que son mayoría a la hora de llevar a cabo estos servicios, también hay que puntualizar que cada vez son más los hombres que se dedican al sexo de pago. Ya sea con clientes masculinos o clientas femeninas, o incluso combinando ambas, en caso de ser bisexuales.
La prostitución es mayoritariamente femenina porque sencillamente la mayor parte de los clientes son hombres, así que son ellos los que pagan por sexo, buscando casi siempre a una mujer. Sin embargo, los hombres que buscan servicios homosexuales también están dispuestos a pagar grandes cantidades de dinero. Tanto es así que incluso muchos gigolós heterosexuales no tienen problema en estar con otro hombre, si el precio es el adecuado.
Sus clientas, mujeres adineradas
Ya hemos visto que los gigolós pueden ofrecer servicios tanto a hombres como a mujeres, pero en la mayoría de casos son ellas, las clientas, las que suelen pagar mejor. Y es que todavía vemos con ojos raros que una mujer desee tener a un chico guapo y sensual a su lado, como hacen los hombres desde siempre. Las razones de estas mujeres para contratar los servicios de un profesional son muy variadas, pero en la mayoría de casos buscan buena compañía. Y es que los hombres están más centrados en el aspecto sexual, pero para las mujeres, el hecho de estar acompañadas y disfrutar de momentos íntimos más allá del sexo sí que es importante.
Por eso en muchas ocasiones llaman a gigolós solo para cenar o salir a tomar algo, sin que hayan relaciones de por medio. Cada mujer es un mundo y cada cliente tiene derecho a exigir un tipo de servicio, según también lo que esté dispuesta a pagar. Evidentemente, el servicio de compañía es más económico que el de relaciones sexuales, aunque muchas veces estas mujeres ni siquiera negocian esos precios, y simplemente pagan lo que el gigoló les pida. Da igual si hay o no sexo, si la noche termina simplemente en un casto beso o si se pasa entera en la cama dando rienda suelta al placer. Cada clienta busca algo distinto, y es cierto que cada vez son más las mujeres desinhibidas que no se cortan en contratar a alguien para que les de placer. En este sentido, estas clientas buscan sentirse atractivas y valoradas, algo que no encuentran en sus parejas o en su entorno.
Las tarifas de estos profesionales
Como en cualquier otro sector, las tarifas de los profesionales varían mucho según sus propias condiciones. Hay gigolós que pueden cobrar el doble que otros solo por ser más experimentados, o por tener cierta fama y reputación. Ocurre lo mismo que con los modelos o actores, por ejemplo, solo que en este caso, el servicio que ellos ofrecen siempre tiene que ver con lo sexual y el acompañamiento. Hay todo tipo de gigolós porque también hay mujeres con gustos muy dispares. No todos tienen que ser altísimos y guapísimos, aunque es cierto que la belleza y el atractivo son puntos muy a favor de estos profesionales, especialmente si quieren llegar lejos en el negocio.
Las tarifas muchas veces están basadas en los propios servicios, aunque como ocurre con sus compañeras femeninas, también se puede cobrar por horas. En este sentido, lo usual es que un gigoló rondé los 200 dólares por hora, adaptándose esta tarifa también a cada territorio. No será lo mismo contratar a un gigoló en una pequeña población colombiana que buscarlo en París o Londres, donde este negocio está más que asentado. Una noche completa con un gigoló puede estar fácilmente por encima de los 1.500 dólares, así que basándonos en estos datos podemos imaginar todo lo que puede ganar un profesional gracias a este trabajo. Eso sí, dependerá también de la cantidad de clientas que tenga, y habrá que descontar los gastos usuales en ropa, gimnasio, productos para el cuidado, etc…
¿Es el trabajo perfecto?
Ganar dinero por hacer algo que nos encanta, como es tener sexo, puede parecer un sueño hecho realidad. Sin embargo, como ocurre con las prostitutas, esto no es tan ideal como parece porque en muchas ocasiones vamos a tener que afrontar una relación con alguien que no nos atrae. Y es complicado satisfacer a otra persona si no sentimos esa chispa de deseo que nos hace estar preparados para darlo todo.
Evidentemente, un gigoló es profesional porque siempre da la talla, en la cama y fuera de ella. Es una persona amable, cariñosa, culta y respetuosa que ofrece su compañía y su placer a las mujeres que lo necesiten, a cambio de un pago pactado. Pero también habrá momentos en los que no se sienta tan preparado para afrontar algo tan íntimo y especial como una relación sexual.